Tú no me ves, la oscuridad se quiere apropiar de este sitio y yo, desde el otro lado de la habitación, te observo mientras mis ojos se adaptan a ella. Reposas, te acomodas, das vueltas en nuestro nido y yo me acerco despacio, silenciosa, muda. Mi sombra ya toca tus pies ardientes, se acerca a ti, pero tú no lo sabes, todavía sueñas con la última vez que estuviste en mí, no sabes que estoy a tu lado, a los pies de tu cama, sin pestañear una sola vez. Pienso, pero no sé en qué, supongo que mi mente está invadida y no conoce otro escenario más allá de tu piel. No puedo escapar, no quiero. La sábana abandonó hace rato tu espalda dejándola al descubierto, el deseo de tocarla con mis dedos trepa por mi mente como si quisiera recorrerla de punta a punta, recordando una vez más las veces que han naufragado en tu fatigosa humedad. Al notarlo despiertas, tus ojos se abren tenues y me descubres con la mirada fija en ti, tranquila, quieta, reflexiva. Todavía no sonrío y te extrañas preguntándote cuanto tiempo he estado mirándote, pero eso sólo yo lo sé. Tu mano asciende lentamente por mi brazo, pasa a mi hombro y de ahí atraviesa mi espalda agarrándome con una fuerza casi violenta que marca tus dedos sobre mi piel, abriendo profundos surcos irreparables. Me hundo otra vez en tu universo aplastante de lubricidad. Aparece en tu cara de nuevo ese gesto extraño e hirviente que tantas veces me has devuelto. Caigo a tu lado, enredas tu melena en la mía y después la ordenas pelo a pelo entre tus dedos. Una vez más me encuentro recluida en la más profunda oscuridad de esta sábana, que ahora nos cubre por completo, y en los pozos de tu piel en los que de incertidumbre me ahogo. Incertidumbre que lentamente rodea y explora el largo camino hacia tu cuello, tomando oscuros atajos de los que me cuesta volver. Desvíos y extravíos en los que me detengo y me pierdo, unos me contaminan y me contagian de ese verde tóxico que está en todas partes y que está confinado a las órdenes de tus párpados y limitado por pestañas rotas. En otros encuentro el descanso propio de una enorme sed recién apagada, la perversión y la agonía, bultos que antes no estaban, círculos, capilares que se abren, pelo, sudor, enredos, pestañas, brillos y oscuridades que ven la luz con tu lengua… Una vez más lo consigues, una vez más estoy loca, estoy loca…
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